El remanente de la iglesia de Dios.
Antiguo Testamento:
Desde Set, sustituto de Abel y Caín, vemos un grupo que mantiene fe en Dios y otro grupo (la mayoría) que hace una sociedad alternativa a la de Dios. Esto es así a lo largo de todo el Antiguo Testamento hasta la promesa a Abraham y a Israel. También lo podemos ver en la historia de Israel: a veces el pueblo entero apostataba, pero un pequeño grupo se mantenía fiel. Entre los judíos tenemos al:
El movimiento caraíta:
Es un grupo religioso judío, caracterizado por reconocer al Tanaj como única autoridad religiosa para fines de la Halajá y su teología. Se diferencia del judaísmo rabínico, la principal forma de judaísmo en el mundo, en que considera la Torá Oral, codificada en el Talmud y otros trabajos subsecuentes, como interpretaciones autoritarias sobre la Torá. Los caraítas sostienen que todos los mandamientos, o mitzvot, que fueron transmitidos a Moisés por Dios, están descritos en la Torá, sin ninguna explicación o detalles adicionales, a diferencia de las tradiciones orales. Como resultado, los judíos caraítas no aceptan como obligatorias las tradiciones descritas en el Midrash o Talmud. Han sido a lo largo de los siglos discriminados y señalados de sectarios por el judaísmo rabínico por no aceptar la autoridad de los rabinos y primar la Escritura a la tradición de los ancianos.
Asimismo sucede con el comienzo de la persecución a los creyentes en Yeshúa y la apostasía.
1. Secta de los nazarenos:
"Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos." (Hechos 24:5).
Podemos estudiar en los registros históricos que los llamados padres de la iglesia, los líderes sincréticos del primer siglo que mezclaron nuestra fe con la filosofía griega, dan una base histórica de la existencia de la secta de los nazarenos.
Eusebio de Cesarea, hacia el año 311, afirma que el nombre de "nazarenos" se utilizaba antes para los cristianos.
Epifanio de Salamina dice que los nazarenos del siglo IV (Ναζωραῖοι) eran originalmente judíos conversos de los Apóstoles (Hechos 11:19-21) que huyeron de Jerusalén a causa de la profecía de Jesús sobre su próximo asedio (durante la primera guerra judeo-romana del año 70). Huyeron a Pella, Perea (al noreste de Jerusalén), y finalmente se extendieron hacia Beroea (Alepo) y Basanitis, donde se asentaron definitivamente (Panarion 29.3.3).
Podemos ver que este grupo del siglo IV tenía la fe del Mesías, eran discípulos enseñados por los apóstoles, pero, al contrario de los padres de la Iglesia, no se contaminaron con la filosofía y teología griega.
"Existe todavía hoy entre los judíos una herejía que se llama de los mináicos, y que todavía es condenada por los fariseos; [sus seguidores] se llaman ordinariamente 'nasarenos'; creen que Cristo, el Hijo de Dios, nació de la Virgen María, y lo tienen por el que padeció bajo Poncio Pilato y ascendió al cielo, y en el que nosotros también creemos. Pero aunque pretenden ser tanto judíos como cristianos, no son ninguno de los dos." (Jerónimo de Estridón).
"Los nazarenos... aceptan al Mesías de tal manera que no dejan de observar la antigua Ley." (Jerónimo de Estridón)
"Creen que el Mesías, el Hijo de Dios, nació de la Virgen María." (Jerónimo de Estridón).
"No están de acuerdo con los judíos porque han llegado a la fe en Cristo; pero como siguen encadenados a la Ley —la circuncisión, el sábado y el descanso— no están de acuerdo con los cristianos." (Epifanio de Salamina).
"No sólo utilizan el Nuevo Testamento, sino también el Antiguo, como los judíos." (Epifanio de Salamina).
Pasagianos
Todavía en el siglo XI, el cardenal Humberto de Mourmoutiers se refería a la secta de los nazarenos como un cuerpo cristiano que guardaba el sábado y que existía en esa época.
Los eruditos modernos creen que Humberto hacía referencia a los Pasagianos. La Summa contra haereticos, atribuida a Praepositinus de Cremona, los describe como reteniendo las reglas del Antiguo Testamento sobre la circuncisión, comida kosher y días santos judíos; en otras palabras, manteniendo la Ley de Moisés a excepción de los sacrificios y, por lo tanto, también se les dio el nombre de Circumcisi.
Valdenses:
Los historiadores no concuerdan en cuanto a los orígenes de los valdenses. De acuerdo con los archivos de la Inquisición, en Carcassonne (Francia) el movimiento de los pobres de Lyon comenzó hacia 1170, bajo la dirección de un francés de Lyon llamado Vaudes, Valdés, Waldo o Pedro Valdo.
Algunos historiadores protestantes opinan que el nombre de valdense, aplicado también a los procedentes del país de Vaud, se deriva de la palabra latina vallis, que significa 'valle', y se refiere al hecho de que aquellos disidentes, a quienes se perseguía con persistencia como herejes, se vieron obligados a refugiarse en los valles alpinos de Francia e Italia. De acuerdo con este punto de vista, Pedro y sus seguidores llegaron a ser el punto de reunión para grupos similares de perseguidos por la Iglesia católica, algunos de los cuales habían estado en las sombras durante largo tiempo en los valles del Delfinado.
Los valdenses primitivos rechazaban la veneración de imágenes, la transubstanciación, la existencia del Purgatorio, la veneración a María, las oraciones a los santos, la veneración de la cruz y de las reliquias, el arrepentimiento de última hora, la necesidad de que la confesión se haga ante sacerdotes, las misas por los muertos y las indulgencias papales. Algunos valdenses sí observaban el sábado como día de reposo, aunque no es una característica universal del movimiento.
En el siglo XVI, los valdenses fueron absorbidos por el movimiento protestante, bajo la influencia del primer reformador suizo Enrique Bullinger.
La Reforma Protestante:
Entre los precursores de la Reforma protestante estaban personas como Pedro Valdo, John Wycliffe o Jan Hus. No obstante, por lo general se considera que la Reforma protestante empezó el 31 de octubre de 1517 con la publicación de las Noventa y cinco tesis, escritas por Lutero. Lutero fue excomulgado en 1521 por el papa León X.
El movimiento recibirá posteriormente el nombre de Reforma protestante, por su intención inicial de reformar el catolicismo con el fin de retornar a un cristianismo primitivo o puro.
Los Reformadores afirmaron que la salvación era un estatus completado que se basaba solo en la fe en Jesucristo, y no un proceso que pudiera involucrar las buenas obras, como se creía en la perspectiva católica.
El teólogo John Wyclif fue uno de los críticos más radicales, criticando las peregrinaciones, la veneración de los santos y la doctrina de la transubstanciación. Consideraba que la Iglesia era una comunidad exclusiva de los elegidos por Dios para la salvación y creía que el Estado podía confiscar los bienes de clérigos corruptos. Conocidos como lolardos, los seguidores de Wyclif rechazaban las imágenes, el celibato clerical y la venta de indulgencias a los nobles cruzados.
El académico de Praga Jan Hus. Hus dio populares sermones contra la riqueza y los poderes temporales del clero. Hus fue condenado a muerte por herejía y llevado a la hoguera el 6 de julio de 1415. Su ejecución provocó un movimiento religioso nacional en Bohemia, y el papado llamó a una serie de cruzadas contra los seguidores de Hus.
El hecho puntual que desencadenó la Reforma fue la venta de bulas de indulgencias para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma (en 1517, el papa León X había ofrecido unas indulgencias que el monje dominico Johann Tetzel había vendido con una mercadotecnia tan aterrorizadora e insolente por Alemania, que motivó al monje agustino y maestro de Teología Martín Lutero a escribir sus Noventa y cinco Tesis), así como las consiguientes disputas teológicas sobre la doctrina de la justificación por la fe o por las obras, lo que dio lugar a la Reforma protestante.
La Reforma protestante, con sus luces y sus sombras —aunque plagada de interés y política en algunos de sus grupos—, fue el comienzo del despertar espiritual que, gracias a las primeras traducciones en lenguas romances, dio origen a una sucesión de luces y de descubrimiento doctrinal que fue progresando durante siglos. Sintetizados en las Cinco Solas, principios bíblicos que, con matices, son de gran valor:
Sola Scriptura (Solo por la Escritura).
Sola Gratia (Solo por la gracia).
Sola Fide (Solo por la fe).
Solus Christus (Solo mediante Cristo).
Soli Deo Gloria (Solo a Dios la gloria).
Movimiento Adventista:
Tras el gran chasco que se produjo cuando Cristo no vino en 1844, surgieron muchos grupos, entre los cuales hay muchas personas que estudiaron mucho la Biblia, poniendo su fe en Dios después de un gran fallo de interpretación. Recopilaron las doctrinas protestantes que más se apegaban a una interpretación racional y auténtica de la Escritura. Pensaban que eran el comienzo de la restauración de Israel y, por ende, rechazaban la doctrina del reemplazo tradicional católico y protestante. Restauraron la adoración en sábado, restauraron la alimentación levítica; algunos de sus promotores tenían intención de restaurar las santas convocaciones de Levítico 23, aunque no tuvieron el apoyo suficiente.
Tras la muerte de estos primeros teólogos que dieron un paso adelante en la luz, sus organizaciones —preocupadas por no ser acogidas en la sociedad y que fuesen señaladas como sectas en vez de como una iglesia protestante más— retrocedieron en cuanto a muchas doctrinas, como la restauración de Israel, frenaron la práctica de más elementos de la Ley de Moisés y reintrodujeron la doctrina de la Trinidad.
Escisiones de algunas de estas organizaciones:
El Movimiento del Nombre Sagrado comenzó en la década de 1930, promovido por Clarence Orvil Dodd que influencio a y y junto otros grupos surgidos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la Iglesia de Dios (Séptimo Día), la Iglesia de Dios (Séptimo Día) de Salem, entre otros, enseñaron la vigencia de la Ley de Moisés y tuvieron opiniones muy críticas a la doctrina de la Trinidad. Influencio a Tras la muerte de los impulsores, muchas de estas organizaciones y congregaciones rechazaron estas doctrinas en pos de volver a un cristianismo evangélico normativo socialmente aceptado.
El Movimiento del Nombre Sagrado y el Movimiento de las Raíces Hebreas, Se mimetizan continuamente, aunque difieren principalmente de posturas sobre la teología adventista más explícita, ambos movimientos se desarrollaron en paralelo y a menudo se superponen significativamente.
Movimiento de las Raíces Hebreas:
El movimiento de las Raíces Hebreas comenzó a surgir como un fenómeno diferenciado a finales de los años 1980 y 1990.
La curiosidad de Batya Wootten sobre la mayoría gentil en muchas congregaciones judías mesiánicas resultó en su primer libro sobre las dos casas de Israel en 1988. A este le siguió más tarde su libro de 1998 titulado ¿Quién es Israel? (ahora renombrado en su cuarta edición como Israel redimido).
En 1994, Dean y Susan Wheelock recibieron su marca registrada federal para el término "Hebrew Roots", después de lo cual comenzaron a publicar la revista Hebrew Roots en abril/mayo de 1998, y más tarde un sitio web en hebrewroots.net.
Posterior a este hecho, un sinfín de ministerios y pequeñas denominaciones defendieron en el siglo XXI la Ley de Moisés y la restauración de Israel en base a la llamada doctrina de las dos casas.
Aunque nosotros no reivindicamos el 100% de las doctrinas de cada uno de los grupos que conforman estos movimientos, podemos diferenciar dos grandes etapas en la historia del remanente fiel:
Los grupos que perseveraron en la verdad en tiempo de persecución, aunque por desgracia fueron perdiendo elementos de la verdad con el tiempo: nazarenos, ebionitas y valdenses.
Los movimientos de restauración desde una degradación absoluta de la verdad: caraítas, protestantes, y dentro de estos, el movimiento adventista y el movimiento de Raíces Hebreas, de los cuales somos herederos o formamos parte.
Ellos fueron el remante del pueblo de Dios mantuvieron la verdad resistiendo la persecución del catolicismo, estuvieron dispuestos a ser excluidos y señalados. Pero su esfuerzo, sacrificio y fidelidad a nuestro creador es un ejemplo para nosotros. Somos herederos de sus principios y desarrollo doctrinal, pero también debemos aprender de sus errores.