Nosotros manifestamos ser miembros del Pueblo de Dios, el Israel Bíblico, elegidos por Yeshua o Jesús el Mesías: "Tú eres un pueblo santo, y perteneces al Señor tu Dios. De entre todos los pueblos de la tierra, el Señor te ha escogido para que seas un pueblo único, un pueblo suyo" (Deuteronomio 14:2). "Ustedes no me eligieron a mí. Más bien, yo los elegí a ustedes, y los he puesto para que vayan y lleven fruto, y su fruto permanezca; para que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo conceda" (Juan 15:16).
Hemos salido de las ideologías políticas y nacionales y de las confesiones religiosas por obra del Espíritu Santo y hemos despertado: "¡Despierta, Sión, despierta!" (Isaías 52:1). Estamos siendo liberados de la teología contaminada por la filosofía griega: "Pues he preparado a Judá como mi arco; lo he cargado con Efraín como flecha. E incitaré a tus hijos, oh Sion, contra tus hijos, oh Grecia; y te blandiré como espada de valiente" (Zacarías 9:13).
No éramos pueblo de Dios, pero ahora lo somos: "Después de haber destetado a Lo-ruhama, concibió y dio a luz un hijo. Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios. Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente" (Oseas 1:8-10). "Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente" (Romanos 9:26).
Este maravilloso evangelio se cumple con el sacrificio de nuestro Mesías Yeshua: "En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo" (Efesios 2:12-13).
Cristo, por su sangre, nos ha librado del pecado: "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras" (1 Corintios 15:3). El evangelio es algo que se obedece: "Pero gracias a Dios, que, aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la que fuisteis entregados; y habiendo sido libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia" (Romanos 6:17). "Pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos" (2 Corintios 9:13).
La obediencia al evangelio es no cometer pecado: "Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley" (1 Juan 3:4). No cometer pecado es perseverar en la ley de la libertad: "Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace" (Santiago 1:25).
La ley de la libertad fue la entregada a Moisés y a los israelitas: "Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir" (Hebreos 3:5). "Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron" (Hebreos 4:2).
Por lo tanto, hemos salido del pecado y la mentira y ahora caminamos en la verdad: "Tu justicia es justicia eterna, y tu ley es la verdad" (Salmos 119:142). Amamos la ley de Cristo: "¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación" (Salmo 119:97). Poco a poco vamos conociendo sus maravillas: "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley" (Salmo 119:18).
También conocemos que lo que nos hace diferentes del resto de las naciones no es ni la riqueza, ni el poder político, ni nuestra genética, sino guardar los mandamientos de Dios, porque hemos oído la voz de nuestro Pastor: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano" (Juan 10:27-28).
Los planes de Dios con su pueblo son más grandes de lo que cualquier humano pueda imaginar y no están limitados a alguna denominación o ministerio religioso: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8-9).
El principal motivo que nos mueve a organizarnos es la Gran Comisión que nuestro Mesías nos pidió que realizáramos como sus discípulos: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén" (Mateo 28:19-20).
La verdad la enseña Dios: "Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día" (Salmo 25:5), por medio del Espíritu Santo: "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16:13).
Pensamos que la imposición de una creencia por la fuerza de una persona o institución es intromisión en la revelación del Espíritu Santo a cada miembro del pueblo de Dios. Venimos de un periodo de persecución y de apostasía: "Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición" (2 Tesalonicenses 2:3). Poco a poco Dios nos está revelando más luz: "Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto" (Proverbios 4:18).
Aunque cada persona es libre de pensar o creer lo que quiera, entendemos que la verdad es una y no es relativa, sino objetiva, absoluta, racional y revelada por Dios. Pensamos que debemos recoger y poner en común todo el conocimiento de la Escritura, los argumentos de las diferentes posturas y escuchar todas las opiniones: "Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal" (1 Tesalonicenses 5:21-22), teniendo como norma la Escritura: "Esto, hermanos, lo he aplicado en sentido figurado a mí mismo y a Apolos por amor a vosotros, para que en nosotros aprendáis a no sobrepasar lo que está escrito, para que ninguno de vosotros se vuelva arrogante a favor del uno contra el otro" (1 Corintios 4:6).
El medio será asamblea de todos los miembros periódica para estudiar la Escritura, estableciendo objetivamente cuáles son las interpretaciones más o menos probables, y así enseñando la verdad sin coaccionar, dando todo el conocimiento y dejando que el Espíritu haga el trabajo en la conciencia de los nuevos discípulos. También porque la opinión de la mayoría o las asambleas o concilios no tienen por qué llevar a la verdad. Aunque bajo los mismos principios y el mismo sentir, con el esfuerzo de todos será más probable llevar la obra a cabo: "Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a este es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere. Porque, así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu" (1 Corintios 12:7-13).
Dios nos va a juzgar a cada uno según la ley, y el amor a Dios y la firmeza en Él debe ser superior a cualquier grupo o decisión: "No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo 10:34-39).
Nosotros hemos sido fieles a Dios y hemos estado dispuestos a la exclusión, la soledad y la señalización de los hermanos de nuestras denominaciones. No impondremos una verdad absoluta a nadie, que guarde la Torah y que esté dispuesto a morir por sus creencias y ponga toda su fidelidad en Jesús. A veces la mayoría puede estar equivocada.
El único motivo para la expulsión es la defensa del pecado (posicionarse en contra de un mandamiento de la ley), practicar el pecado sin arrepentimiento, teniendo una doble vida, la infiltración por parte de poderes políticos o religiosos, o la defensa de las verdaderas herejías, que no es una postura doctrinal distinta sobre un tema, sino las auténticas herejías señaladas en la Biblia: gnósticos, judaizantes, entre otras, un concepto muy alejado de lo que se entiende como herejía en las denominaciones religiosas actuales